Como ya estamos tan en modo catástrofe, esta vez, después del apagón, no se hizo el cálculo de cuántos niños y niñas se debían haber concebido durante esas horas de obligada oscuridad y desconexión. Tal vez esa noche se redescubrieron muchas parejas, se salvaron muchos matrimonios, quizá dentro de nueve meses nazca una generación entera de niños misteriosos y taciturnos de pelo negro como el carbón y ojos relucientes como la luna capaces de ver en la oscuridad. Es posible, no lo sé. Lo que sí sé es que por la tarde los bares estaban llenos de gente bebiendo cerveza y que todo el mundo parecía bastante contento, con esa especie de alegría resignada y tranquila que parece decir: “Bueno, sí, todo se puede acabar en cualquier momento, pero de momento aquí estamos, bebiendo cerveza con los vecinos”. El mundo, de nuevo, se había dividido en dos grupos: los sufridores y los bebedores de cerveza.
© 2025 Milena Busquets Tusquets
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